sábado, 17 de agosto de 2013

La Bayamesa: un canto de amor de un hombre leal.

Cuando era una niña sin preocupaciones, cursaba la primaria apenas en preescolar o primer grado, tuve una experiencia especial con la historia del Himno Nacional, en una bohemia de la década del 60 (revista de tirada semanal que era conservada por mi abuelo paterno en todas sus ediciones por casi la mitad de su vida), la curiosidad me hizo encontrar en la revista  una imagen de un señor de espejuelos sobre un caballo que escribía, aquello me parecía algo difícil de hacer,  pero también había una partitura de música y la letra de lo que me parecía una canción, con mucha paciencia mi abuelo  un hombre que amaba la lectura y la historia, me explicó el significado de todo aquello , me dijo que lo que veía era en efecto una canción, una muy especial que se sabían todos los cubanos, incluso yo que apenas empezaba a aprender a leer, pero ya cantaba en la escuela ese himno, me lo cantó despacio y fuerte en tanto buscó un disco de esos de vinilo de 45 rpm y en su tocadiscos lo escuche y terminé cantándolo junto a él y al enorme coro que estaba grabado, lo más revelador para mí en ese momento no fue el himno, sino la historia que me contó sobre el hombre que lo escribió, esa experiencia inolvidable y la imagen de Perucho Figueredo sobre un caballo durante muchísimos años me acompaño cada vez que en acto público se cantaba el himno, era como un dejavu, siempre imaginaba a muchos cubanos a caballo con una bandera que no era la de las tres franjas azules, el triangulo rojo y la estrella blanca, la bandera de Céspedes, portando machetes y cantando La Bayamesa muy alto como para que se escuchara hasta en España, lugar que luego supe estaba muy lejos. Particularmente volviendo a la historia y a mi abuelo que me enseñó quien era Perucho Figueredo, comparto la síntesis de vida de este ilustrísimo cubano.

Pedro Figueredo y Cisneros (Bayamo, 1819-1870)
Abogado y aficionado a la literatura y a la música. Ostenta el alto honor de ser el creador del Himno Nacional cubano, expresión artística donde se entrecruzan el sentimiento de amor patrio y la decisión de combate, en la que el pueblo afirma y conquista su identidad plena, la guerra liberadora.

Nace el 29 de julio de 1819 en el seno de una rica familia de Bayamo. Realiza sus primeros estudios en el convento Santo Domingo de su ciudad natal. Fue condiscípulo de Carlos Manuel de Céspedes y Francisco Vicente Aguilera, entre otros. Continúa los estudios en La Habana y luego en España. Se gradúa en Leyes, viaja de nuevo a España y recorre varios países europeos.

Funda en 1851, junto a Carlos Manuel de Céspedes, "La Filarmónica", gran centro cultural de Bayamo y punto de reunión de ilustres personalidades entre los que se encontraban Juan Clemente Zenea, José Fornaris, José Joaquín Palma, José María Izaguirre y otros más. En estas tertulias se cantaba, recitaba y montaban obras teatrales que resaltaban la cubanía y el odio al colonialismo español.

Desde 1852 es vigilado por sospechoso de infidelidad al gobierno colonial. En 1854 es obligado a residir en La Habana.

En 1857 publica, junto a José Quintín Suzarte y Domingo Guillermo de Arozarena, en el periódico El Correo de la Tarde y en la revista siboneyista La Piragua, varios trabajos de los que han llegado hasta nosotros Excursión a la gran sabana de Yara y la contradanza La Piragua. Escribió algunos artículos sobre costumbres cubanas. Fue masón de la Logia Redención, presidida por Francisco Aguilera. Regresa a Bayamo en 1858.

En 1861 es condenado a 14 meses de arresto domiciliario, ocasión que aprovecha para estudiar Táctica Militar. Su casa se convierte en centro conspirativo y fue el lugar donde se constituyó el Comité Revolucionario de Bayamo.

El 14 de agosto de 1867, en horas de la madrugada, compone La Bayamesa, marcha guerrera que guiaría las fuerzas de la rebelión en Bayamo. Fue tocada por él, al piano, esa misma noche al constituirse el Comité Revolucionario de Bayamo, y se ejecuta el 11 de junio de 1868 durante las celebraciones de la fiesta religiosa del Corpus Christi, en la Iglesia San Salvador de Bayamo, bajo la dirección del maestro de obra, músico y director de orquesta Manuel Muñoz. Poco después recorre las calles de la ciudad a la par de la procesión festiva.

El 10 de octubre de 1868 se pronuncia Céspedes en La Demajagua y Figueredo determina seguirlo y se incorpora al Ejército Libertador, donde alcanzó el grado de General.

El 20 de octubre de ese mismo año, durante la toma de la ciudad de Bayamo, el pueblo le pide a Perucho la letra de esa música que todos conocían y comienzan a cantarla al unísono.

Cae prisionero el 11 de agosto de 1870, enfermo de tifus, bajo la persecución de que hicieran objeto las tropas españolas a algunas familias insurrectas, entre ellas la suya.


De esta manera fue ejecutado junto a Rodrigo e Ignacio Tamayo el 17 de agosto de 1870 por el delito de "infidelidad" a la patria, el hombre, cuyas últimas palabras fueran: ¡Morir por la patria es vivir!

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