jueves, 29 de agosto de 2013

Marxismo del siglo XIX en Cuba: Enrique Roig San Martín

Enrique Roig San Martín sería el primer cubano dedicado a orientar al proletariado por el sendero de la lucha de clases. Divulgador de las ideas fundamentales de Carlos Marx, aunque no se le considera un marxista puesto que se adhirió a la corriente anarco-sindicalista del movimiento obrero español de la época. Nacido en La Habana el 5 de noviembre de 1843, se desempeñó durante su juventud como administrador de ingenios, y luego se hizo obrero tabaquero.
Su camarada Fermín Valdés Domínguez, médico y patriota, le llamaba “mi amigo del alma” y lo describía de alta estatura, abundante pelo y barba rubia, ojos pequeños y copioso bigote. Conocía el francés como su propio idioma y en su biblioteca se encontraban las obras más notables de literatos y filósofos.
Afiliado al Anarcosindicalismo, se hizo propagandista de esas ideas en la Isla. Colaboró en diversas publicaciones obreras, hasta que fundó El Productor, cuyo primer número salió a la calle el jueves 12 de julio de 1887.
Durante dos años, al principio semanalmente, después cada jueves y domingo, el periódico y su director se convirtieron en enemigos molestos para la España colonialista y la burguesía insular, ya fuera ibérica o criolla. Las autoridades integristas y algunos patrones pensaron incluso en la eliminación física del líder obrero.
Fabio Grobart, fundador junto a Carlos Baliño del primer Partido Comunista en este país afirmó que desde sus páginas: “Libró incontables batallas por la unidad y la organización de los trabajadores, el mejoramiento de sus condiciones de vida y de trabajo, el derecho a la huelga y por la formación de una conciencia internacionalista en el proletariado cubano”.
Su espíritu internacionalista se evidenció al encabezar una gran campaña a favor de los futuros mártires de Chicago y, aunque falleció meses antes, fue precursor de la primera jornada del Primero de Mayo en Cuba.
El Productor asumió la defensa de los ocho obreros procesados en Estados Unidos (1886-1887) y denunció el crimen legal que se preparaba, mediante artículos suyos y de otros autores cubanos y extranjeros.
No hubo para Enrique Roig omisión alguna en el camino que se trazó en defensa de todos los oprimidos por el régimen social imperante. “En las columnas de su valiente periódico se libraron las más porfiadas batallas en defensa de los obreros del campo y en los derechos reivindicativos de la atropellada raza de color”, afirmó Carlos Baliño.
Fue tan destacada la actividad de la publicación dirigida por Roig San Martín en la defensa de los obreros cubanos, que en 1888 la Junta Central de Artesanos de La Habana lo nombró su órgano oficial.
El Productor no sólo fue un medio de propaganda, sino también un instrumento de acción obrera. El rotativo monitoreó varias huelgas, entre ellas, la primera que se efectuó en el giro tabacalero y que fue ganada por los obreros en Diciembre de 1887. Enemigo de todo concepto de nacionalidad, fue al mismo tiempo promotor de solidaridad proletaria por encima de las fronteras. Conmemoró cada aniversario de la Comuna del París como fecha de todos los trabajadores del mundo.
Inmerso en su pasión por escribir a Roig San Martín nunca le amilanó su enfermedad, una Diabetes crónica muy difícil de tratar para la Medicina de la época. Aun así tuvo fuerzas para escribir ¡O pan o plomo!, publicado en la primera plana de El Productor, el 23 de junio de 1889 “Unidos luchemos en la reivindicación de los derechos usurpados, y opongamos el número al número, a la fuerza; frente a frente a la Internacional blanca, presentemos la Internacional roja”.
La España colonialista consideró dicho artículo una declaración de guerra y encarceló a Roig el 25 de junio. Tres días después, un amigo logró su liberación gracias al pago de una fianza de cinco mil pesetas. Pero el corto encierro quebrantó ya definitivamente su salud.
En la madrugada del 29 de agosto de 1889 dejó de existir Enrique Roig, el invencible campeón, el denodado adalid, el incansable defensor de los derechos obreros, como le calificaba la prensa proletaria de la época.

Fuentes:
http://www.perlavision.icrt.cu
http://www.ecured.cu
http://www.cialc.unam.mx 
http://www.ain.cu

martes, 27 de agosto de 2013

Las profesiones de Laura Martínez Carvajal: Fisico-Matematica, Medico Oftalmóloga, Madre, Esposa y Benefactora.


Para la mujer destacarse en la sociedad siempre ha sido un reto de innumerables esfuerzos personales, si además hablamos de una mujer del siglo XIX en Cuba, entonces el reto es aún mayor, por ello se me hace un regalo llegar hasta esta mujer cubana de voluntad enorme que además de ser la primera graduada universitaria de Físico-Matemática y de Medicina en Cuba, se graduó en la universidad de la vida en la que ejerció como madre, esposa y benefactora de los pobres en una época marcada por la supremacía del hombre en la sociedad.

Laura Martínez Carvajal nació en la Habana el 27 de agosto de 1869, hija de una familia española adinerada a los 14 años se matriculó en la Universidad de la Habana en las carreras de ciencias Físico-Matemáticas y Medicina. A pesar de la adversidad y los prejuicios sociales, esta mujer destacó por su inteligencia y se ganó el respeto de sus compañeros al estudiar las dos carreras de manera simultánea con resultados siempre de excelencia y notable, todo su empeño y perseverancia se materializaron en 1889 al recibir el título de Licenciado en Medicina y Cirugía, luego de haber recibido el Título de Físico-Matemática un año antes.

Luego de obtener su Doctorado Laura se casó con el Gran Oftalmólogo Enrique López Veitía quien fuera el promotor de los Congresos Médicos en Cuba, esa unión la convirtió además en la compañera de la vida en la ayudante principal, asistiendo a numerosos Congresos y colaborando en publicaciones especializadas con trabajos como Notas fisiológicas”, “Observaciones clínicas”, “Ocular leprosy”, así como en los tres volúmenes de “Oftalmología clínica”. De esta manera, Laura no sólo llega a ser la primera mujer médico de Cuba, sino que también se convirtió en la primera oftalmóloga del país.

Del matrimonio son fruto 7 hijos a los que Laura siempre cuidó y educó con dedicación, sin abandonar nunca su profesión. Fue una científica con predilección por las artes plásticas, la música y la literatura, practicaba el cultivo de injertos a partir de su afición por la botánica que le hicieron obtener nuevas variantes de jazmines y rosas. Estudió pintura e ilustró sus libros y un Atlas de Fondo de Ojos.

Fue una consagrada a sus pacientes, luego del fallecimiento de su esposo adquirió una finca en el Cotorro a la que denominó “El Retiro” donde construyó una escuela para niños pobres y donde se dedicó a la Botánica. A los 72 años el 24 de enero de 1941 fallece a causa de tuberculosis.


Esa es en síntesis la vida de una cubana con especial alcances en la ciencia  y especialmente en la medicina, sin duda una vida de inspiración y llena de la humildad y valores que trascienden en el tiempo. Una cubana que nos hace reflexionar ante las dificultades de la contemporaneidad, nos inspira a vencer con voluntad cualquier adversidad.  


Fuentes:
www.ecured.cu 
hojassdeprensa.blogspot.mx
www.lajiribilla.cu
www.radiohc.cu


lunes, 26 de agosto de 2013

Legado Monumental de JOSÉ RAMÓN LÁZARO BENCOMO (DELARRA)

No siempre se pueden hacer viajes en el que se combinen el placer y el conocimiento; pero cuando de enseñar a los hijos se trata no hay mayor satisfacción para un padre que encontrar los medios para hacerlo, así es como a finales de los 90s del siglo pasado emprendimos un viaje familiar por nuestro país gastando los recursos acumulados durante los tiempos del crudo período especial y alguna ayuda de remesas familiares para no perdernos el privilegio de poner sonrisas en los labios de nuestro pequeño príncipe y de su única prima, uno de los sitios visitados fue la provincia de Villa Clara donde se halla el imponente monumento escultórico al Ché, en este lugar hay una atmósfera de luto y jubilo a la vez, por más cálido que parezca el clima una brisa siempre te deja saber que estas en una isla, al entrar crees que sabes la historia, cuando sales te das cuenta que la historia es más grande que el conjunto monumental, un detalle que pasó desapercibido en esta visita o en este encuentro con los héroes que allí reposan, es el creador del Monumento al Ché, estoy segura que la guía del lugar lo mencionó pero solo lo percibimos como un detalle ante el cúmulo de hechos que siguieron en la explicación. Años más tarde cuando una noticia en el períodico anunciaba el fallecimiento de JOSÉ RAMÓN LÁZARO BENCOMO (DELARRA) caí en el detalle olvidado del Monumento Villaclareño, y aparecía ante mí un artista casi anónimo con una obra inmensa. Hoy que se cumplen 10 años de la desaparición física de Delarra quiero homenajear al héroe de los espacios, al cubano que legó a nuestros descendientes obras que admirar.

José Ramón de Lázaro Bencomo (DELARRA) (San Antonio de los Baños, 1938- La Habana, 26 de agosto de 2003)

Comenzó sus estudios de escultura en 1949 en la escuela de arte de Villate y luego amplía sus estudios en San Alejandro. Pero antes de graduarse, se ve precisado a abandonar el país por la persecución de algunos sicarios de Batista que “tienen su vista puesta” en el joven escultor hijo de un zapatero comunista. Sin embargo, el periplo europeo que interrumpió en 1959 para regresar a su patria, le valió las enseñanzas de grandes escultores como José Clará (en Barcelona) y Vistorio Macho en Toledo, o prácticas artísticas como ser copista en el Museo del Prado de Madrid, o ayudante y alumno del escultor Antonio Berti en la Escuela de Bellas Artes de Florencia. Visita otros países europeos como Holanda, Alemania, Bélgica. Esta experiencia en sus años de formación, a la que se suman profesores como Sicre, o su trabajo como ayudante de Fernando Boada, no fueron para DELARRA sino el impulso y la motivación para buscar una forma de decir propia, que no se conformó nunca con la pertenencia a una corriente estilística en particular, sino expresada a través de la experimentación y la incursión en diferentes campos de la plástica.

Una de sus mayores influencias, serían sin lugar a dudas, la obra monumentaria de Teodoro Ramos Blanco y de Juan José Sicre, y sus mayores inspiraciones para incursionar desde los comienzos mismos de su carrera, en la escultura pública conmemorativa.

En la década del 60 se aventura en múltiples exposiciones didácticas en escuelas, fábricas, parques: desde el Parque Central de La Habana, hasta el parque de Güira de Melena, que serían testigos de una exposición móvil que él tituló de “escultura revolucionaria” para que el pueblo conociera esa manifestación del arte a la par que hace demostraciones prácticas de cómo se crea una escultura. Incursiona en la cerámica, la ilustración gráfica, el grabado: es uno de los fundadores del Taller Experimental de Gráfica de La Habana, hace varias exposiciones de litografías sobre diversos temas y apuntes, los más sobresalientes tienen como tema el caballo, que es uno de sus asuntos más recurrentes: el animal no sólo como fuerza y belleza aerodinámica, sino como protagonista de nuestras luchas independentistas y de la nacionalidad cubana.

Obtiene numerosos premios en esta época: el primer premio del concurso que convocó la Universidad de La Habana para dotar de una escultura de Rubén Martínez Villena a la Biblioteca Central de ese centro de estudios. Profesor y director de San Alejandro, Director de Artes Plásticas de la provincia de La Habana, creador de centros de cultura, conferencista, entre otras muchas facetas.
Sin embargo, cuando decimos DELARRA, se piensa siempre en sus monumentos: la cabeza monumental de Engels en Pinar del Río, la figura ecuestre del Generalísimo Máximo Gómez en Camagüey, el monumento al descarrilamiento del tren blindado en Santa Clara, o las plazas de la revolución de Bayamo y Holguín.

Aunque estilísticamente su obra es eminentemente figurativa, tiene algunas interesantes soluciones abstractas: el monumento al descarrilamiento del tren blindado, incorpora los vagones del tren como esculturas y grandes cuñas de hormigón, algunas de 15 metros se proyectan contra ellos para representar la acción rebelde, o las bombas lanzadas en la batalla, todo mediante figuras geométricas.


Su labor no se circunscribe al suelo patrio: Siempre basándose en amplias investigaciones de carácter histórico, en una simbología que nunca fue hermética, siempre buscando información fotográfica y hasta de reliquias personales de los héroes que representó, trataba de comunicar al espectador la historia del personaje que esculpía, de forma que los valores estéticos se sumaran al contenido simbólico, como una unidad.

jueves, 22 de agosto de 2013

El General de Tres Guerras: Quintin Banderas

Si algo nos enseñaron bien a los cubanos que iniciaron sus estudios primarios después de los años 60 del siglo pasado es el valor de los mambises, al menos para mí las clases de historia era como entrar al cine y ver batallas épicas de hombres sobre caballos donde blandir el machete y mantener sobre sus cabeza el sombrero de guano era un gesto como de divinidad, escuchar el llamado a degüello no parecía un acto terrible en el que valientes cubanos montados a pelo cargaban contra militares de academia o quintos españoles, cuando nos enseñaban las hazañas vividas en los campos cubanos donde agotadas las posibilidades de una independencia pacífica era necesario el coraje de la guerra, siempre destacaba la figura de Antonio Maceo, pero la historia de la manigua cubana es más que Los Maceo, es también la vida de muchos hombres anónimos y otros que como el Titan de Bronce hasta el último segundo de sus vidas fueron consecuentes con sus ideas como el General Quintin Banderas, quien el 23 de agosto de 1906 es asesinado, luego de haber luchado en casi todas las Guerras Mambisas y oponerse al gobierno de Tomás Estrada Palma.

José Quintín Banderas Betancourt quien nació, el 30 de octubre de 1834. Hijo de padres negros y libres. Su casa se identificaba con el número 6 en la calle Rastro entre San Antonio y San Ricardo, muy próxima del barrio de Los Hoyos en Santiago de Cuba.

Participó en numerosos combates en las tres guerras de independencia. En el año 1850, mostró las primeras inquietudes contra la dominación colonial y se vinculó con las actividades conspirativas junto a los coterráneos Hilario y Manuel Cisneros, José Valiente, Francisco Oberto, Pedro Santacilla, Cayetano Hechavarría y Francisco de Paula Bravo, Comandante retirado de las milicias venezolanas.

Durante la guerra de los Diez Años se unió a las fuerzas del General Donato Mármol en Palma Soriano y se incorporó a la Brigada de Cambute, dirigida por el General de Brigada Jesús de Jesús Pérez. El 13 de enero recibió el grado de Cabo, estando subordinado directamente al entonces Capitán Limbano Sánchez. En ese mes participó en la toma de El Cobre. Más tarde se encontraba entre los que apoyaron la expedición del vapor Perrit. Posteriormente recibió el ascenso a Sargento de 1ra.

En 1870 fue nombrado comisionado en las costas de Santiago de Cuba y sus alrededores, con grado de Alférez. Reincorporado a filas, intervino en los combates de Caoba, en agosto de 1871 Rejondón de Báguanos. Al año siguiente fue ascendido a Teniente y luego a Capitán. Se destacó en los combates de Tubacao, Sábalo, La Yaya, Hongolosongo, así como en el ataque a Guisa.

En su constante quehacer de insurrecto mambí, en noviembre de 1875 llegó a Las Villas como jefe de infantería de un contingente de orientales que, bajo el mando del General Manuel de Jesús Calvar, marchó a esa provincia para reforzar a las tropas invasoras del General Máximo Gómez. El dos de marzo de 1876 obtuvo el grado de Comandante.

En los nueve meses que permaneció en esa campaña participó, entre otras, en las acciones de Turiguanó, María Jigüe, Estero de Morón y el ataque a Ciego de Ávila. De regreso a la provincia oriental, se puso bajo las órdenes del Coronel Leonardo Mármol, quien le confió la misión de asegurar las comunicaciones entre Santiago de Cuba y el Cuartel General del Ejército Libertador.

El 15 de febrero de 1878, el General Antonio Maceo lo destinó al Regimiento de Infantería de Santiago con grado de Teniente Coronel. Participó en la Protesta de Baraguá, después de la cual intervino en algunas acciones combativas. Por último recibió la orden de custodiar al gobierno provisional de Manuel Calvar hasta su disolución, el 21 de mayo de 1875 en Loma Pelada. Capituló cuatro días después en el poblado de San Luis.

Fue protagonista, junto con Guillermón Moncada y José Maceo, de los sucesos del 26 de agosto de 1879 en las calles de Santiago de Cuba, los cuales dieron inicio a la Guerra Chiquita. En esta etapa sus principales acciones fueron las de Guisa, Auras, Manzanillo, Bueycito y Yabazón.

Concluida esta contienda partió para Jamaica en unión de Guillermón y José Maceo, el cuatro de junio de 1880. Violando las garantías ofrecidas por el régimen español, uno de sus cañoneros detuvo el vapor en que viajaban, ya en alta mar, y fueron conducidos a Puerto Rico. Luego los remitieron a España. Después de tres meses en la prisión de Cádiz, Quintín Banderas fue enviado al castillo de Mahón, en las Islas Baleares, junto con otros patriotas. Lo indultaron en 1886. En 1890 participó en la fallida conspiración conocida como La Paz del Manganeso.

Figuró entre los organizadores de la Guerra del 95 en la región de Santiago de Cuba, donde se alzó el 24 de febrero de 1895 con el mismo grado de Teniente Coronel con que terminó la Guerra del 1868.

Cuando la ocupación norteamericana el 15 de febrero de 1899 la Comisión Ejecutiva de la Asamblea de Representantes de la Revolución Cubana acordó reconocerle el grado de Coronel con fecha de antigüedad del 11 de julio de 1897, y el de General de Brigada desde el 21 de enero de 1895 y le reconoció, en sesión celebrada una semana más tarde, la antigüedad en el grado de General de División desde el 11 de noviembre de 1896.

Al concluir la Guerra de Independencia, debido a la oportunista intervención de las tropas estadounidenses en 1898, se radicó en la capital cubana y formó familia. El 27 de junio de 1901, con 68 años de edad, contrajo nupcias con la joven Virginia Zuaznábar y de dicha unión nacieron cinco hijos.

Durante la ocupación militar norteamericana y en los primeros años de la República sufrió las consecuencias del desempleo y la discriminación racial. En esa época, el 19 de agosto de 1906 se alzó contra la reelección del presidente Tomás Estrada Palma, sus principales acciones consistieron en el asalto al tren Habana-Guanajay y la requisa de armas y víveres en las zonas de El Cano, Wajay y Arroyo Arenas.

El destacado General de División mambí, Quintín Banderas como consecuencia de una delación, es sorprendido por fuerzas del gobierno de Tomás Estrada Palma y asesinado el 23 de agosto de 1906.

Quintín se refugiaba en la finca “El Garro”, situada entre Arroyo Arenas y El Cano. Con un trabajador de la hacienda le envió una carta al propietario para que solicitara un salvoconducto al Gobierno. Los soldados de Estada Palma, rodearon el sitio y se detuvieron ante Quintín quien les dijo sonriente: “¡Esto se acabó ya, muchachos! ¡Yo sabía que ustedes venían a buscarme con el papel del gobierno!".

Tras escuchar la orden de darle muerte se encaró con los asesinos les recordó que venía luchando por la libertad de Cuba desde 1851. Entonces le dieron un tiro y lo cubrieron a machetazos, luego dispararon infinidad de tiros al aire para simular un combate. La tradición oral afirma que el cuerpo del General recibió cuatro balazos y siete heridas de arma blanca, una de ellas en pleno rostro.


El presidente Estrada Palma prohibió enterrarlo en tumba propia y que se le colocaran flores y se ordenó luego arrojarlo a una fosa común. El Padre Felipe Augusto Caballero colocó sobre la tumba su propio epitafio para identificarla y luego se lo comunicó a la viuda de Quintín con las siguientes palabras: “Ese es mi nombre, señora. Se ha hecho justicia con el general. Sus hijos no perderán los restos de su padre".

miércoles, 21 de agosto de 2013

Una pluma del romanticismo cubano e hispanoamericano: Juan Clemente Zenea

El poeta Juan Clemente Zenea (1832-1871)es autor de piezas narrativas y de un copioso número de artículos periodísticos, a Juan Clemente se le recuerda sobre todo por un puñado de versos, quizá los más notables de la segunda promoción romántica en la Isla. Su vida azarosa, su polémica intervención a favor de la paz durante la contienda independentista de 1868 y su torpe asesinato judicial lo han convertido además en un personaje novelesco.

Juan Clemente Zenea es reconocido como uno de los poetas de mayor influencia en la literatura cubana. Su renovación al romanticismo creó nuevos caminos en la poesía hispanoamericana.

En Cuba se enamoró de la actriz estadounidense Adah Menken, quien le correspondió. En su primer destierro se reúne con ella en Nueva Orleáns, de donde ella provenía. La relación terminando poco después pero no la fidelidad del poeta al romance. Esto no quiere decir que Zenea fuera flojo de carácter, al contrario, tenía una personalidad muy fuerte. De joven fue excomulgado por el obispo de La Habana por un folleto que publicó. Aquello se arregló y años más tarde durante su primer destierro, en La Habana en su ausencia lo sentenciaron, recibiendo la pena de muerte. Simplemente que Adah Menken fue el amor de su vida.

A pesar de ser sobrino por parte de madre del poeta José Fornaris y haber atendido en La Habana al colegio El Salvador de José de la Luz y Caballero, se estima que la base de su formación fue autodidacta. Fundó muchas publicaciones y colaboró en muchas más, tanto en Cuba como en Estados Unidos y México. Usó varios seudónimos, entre ellos Adolfo de la Azucena, Ego quoque, Una Habanera, ***. Durante la amnistía regresó a Cuba y entre sus otras actividades fue profesor de inglés. Era fluente en inglés y francés, además sabía italiano y latín.

Natural de Bayamo fue huérfano de madre desde muy pequeño. Su padre se vio forzado a regresar a España cuando aun el futuro poeta era muy joven. A los trece años de edad, Zenea se traslada a La Habana. Su talento literario pronto le abre caminos en el periodismo. Perseguido por razones políticas, en varias ocasiones sufre destierro en Estados Unidos. Sirviendo de mediador pacífico entre el gobierno y los patriotas, es injustamente fusilado por el gobierno español.

            Diario de un mártir
                       I
                    [...]
                     II

Si después que yo muera,
al hogar de un amigo
mi huérfana infeliz y pordiosera
llega implorando protección y abrigo;

y albergue hospitalario
encuentra en sus desgracias,
yo saldré del sepulcro solitario
y al buen amigo le daré las gracias.

                              III

¡Catorce veces! -¡Una vida entera!-
Al llegar este día,
despertaba mi hermosa compañera
sonriendo de esperanza y de alegría.

Era que entonces recordaba, cuando
rendida el alma ardiente,
en una hora feliz puse temblando
la corona nupcial sobre su frente.

Y hoy, al abrir sus ojos, ¡qué amargura!
¡Oh! ¡Cómo habrá sufrido!
al comparar su inmensa desventura
con las delicias del placer perdido.

En bello porvenir albas hermosas
yo tierno le anunciaba
y al renovar los lirios y las rosas
incienso y mirra en el altar quemaba.

Era todo placer, fiesta solemne.
Y un ángel Dios quería
que encendiese la lámpara perenne
que ante la imagen de mi amor ardía.

Nunca turbamos con el ceño adusto
la paz del sentimiento;
y nos bastaban para dicha y gusto
modesta casa y corazón contento.

La postrera ocasión que así nos vimos,
libre el alma de engaños,
en el gozo habitual nos prometimos
saludar el mejor de nuestros años,

y así seguir sin vanidad ni orgullo,
cuidados ni temores,
viendo el tiempo correr sin un murmullo
como un agua que corre entre las flores,

y al apagar la juventud su fuego,
ver en tarde callada
el tibio sol de la vejez... y luego
su tumba al lado de mi tumba helada.

Y soñamos al fin de humanas cuitas.
Dos cruces y dos losas;
sobre mi cruz humildes margaritas,
sobre su cruz fragantes tuberosas.

Mas no vimos al ver tantas bondades
y bendecir al cielo,
las aves que presagian tempestades
tras nuestra barca en fugitivo vuelo.

Y llegó la tormenta: -se ennegrecen
los densos nubarrones;
las olas con las olas se enfurecen,
silban y braman rudos aquilones;

¡y nos hunden, mi bien, hados impíos
en un momento aciago!
¡Y en el revuelto mar, yo con los míos
en esta noche de dolor naufrago!

                               IV

Cesaron, ¡oh mi Dios!, las alegrías
del amor terrenal con sus anhelos.
Y ya empezaron a correr los días
del santo amor que seguirá en los cielos.

Conmigo seguirá, si por los vagos
espacios de la tumba, en paz y calma
navega el hombre en bonancibles lagos,
y un viaje inmortal emprende el alma.

Y ¡oh! nunca borre caprichosa suerte
la imagen ¡ay! que tu memoria encierra;
para amarte en el seno de la muerte
como tú me amarás desde la tierra.

Pero si quieres despertar mis celos,
y ni en tu mente alguna vez me nombras,
en la homérica selva de asfodelos
irá mi sombra a atormentar las sombras.

Mas no me olvidarás -que no se olvida
una como la nuestra, larga historia;
¡y al decirnos adiós en esta vida
nos dijimos adiós hasta la gloria!

                           V

Con su voz infantil, voz deliciosa
que vibra en mis oídos todavía,
al llover de la nieve silenciosa
libros de cuento mi Piedad leía.

Al pie de la caliente chimenea
yo al ver su rostro satisfecho estaba;
y mi santa mujer, ¡bendita sea!,
allí a su lado en su labor pensaba.

Ayer así nos contemplaba el cielo;
y hoy en mi hogar las desventuras moran,
ellas suspiran en extraño suelo
y mi destino y mi tormento ignoran.

Y yo al recuerdo de mis horas bellas
no se si viven mientras yo no muero;
¡y aquí pensando sin cesar en ellas
el fin del drama en la prisión espero!

                           VI

¡Oh! ¡Qué grato sería
libre y feliz sin pesadumbre alguna,
con la adorada mía
por la floresta umbría
vagar al rayo de esta blanca luna!

¡Y orillas de la fuente
ver la niña soltar sus trenzas blondas
al aromado ambiente,
y el agua transparente
con su imagen jugar sobre las ondas!

Y no con tanto anhelo,
harto el herido corazón de quejas
y amargo desconsuelo,
¡un pedazo de cielo
ponerme a mendigar desde las rejas!

¡Oh! ¡Cuántas, dueño amado,
noches tan llenas de esplendor, tan bellas,
en tiempo afortunado
los dos hemos pasado
al trémulo brillar de las estrellas!

Del espacio, señora,
con sus dardos de plata perseguía
eterna viajadora
la Diana cazadora
nube tras nube en la región vacía.

Contaba sus dolores
el ruiseñor a los favonios leves,
nos daban sus olores
las tempranas flores,
y un fresco soplo las postreras nieves.

¡Y la suerte entre tanto
pensaba convertir en un lamento
el armonioso canto
trocar la risa en llanto
y el gozo puro en sin igual tormento!

                        VII

¡Quién entonces creyera
que tan pronto, mi bien, gimiendo a solas
de mi fiel compañera
separado me viera
por dura cárcel y profundas olas?

Y ¿quién pensar podría
que la ilusión del porvenir risueño,
en no lejano día
volando pasaría
como una sombra en fugitivo sueño?

¿Y éstas son las hermosas
albas del porvenir? -¡Delirio insano!
¡Ay mis lirios y rosas!
¡Oh dichas engañosas!
¡Oh breves gozos del amor humano!

¡Qué alegre y bella estaba
mi compañera, la adorada mía,
cuando la nave a Veracruz llegaba,
y al asomar el día
en el fondo del cielo el Orizaba
su túnica imperial desenvolvía!

Columbrábanse apenas,
al borde de las playas inseguro
las fajas de las tórridas arenas;
y en el confín oscuro
de la heroica ciudad torres y almenas
y en un penón el artillado muro.

Después -¡oh cuadro hermoso!-,
preñadas nubes en su ruda espalda
sustenta el Chiquihuite portentoso;
y en su risueña falda
despliega el Aculcingo generoso
su rica vestidura de esmeralda.

Naturaleza adula
el valle en donde en la apacible siesta
el arpa santa una oración modula,
y en cuyo seno, enhiesta
levanta su pirámide Cholula
y la Malinche su empinada cresta.

Y nada igual tampoco
en horas de entusiasmo y de desvelos
soñó jamás el pensamiento loco,
como los claros cielos
que cubren la laguna de Texcoco
y de Ixtaxihuatl los eternos hielos.

Contentos y pesares
Chapultepec a los viajeros cuenta,
y al humo del incienso en los altares
noble, regia, opulenta,
en medio de sus bosques seculares
Tenoxtitlán magnífica se ostenta...

¡Tenoxtitlán! ¡Qué suerte!
¡Ya no más te veré! -La triste vida
los términos alcanza de la muerte;
que mi bien se despida
de ver su esposo y de tornar a verte,
¡y adiós! ¡Adiós, Tenoxtitlán querida!

                               VIII

Conozco esa canción; ecos perdidos
sus notas son de plácidas historias;
que a sus dulces y lánguidos sonidos
desde mi edad de fáciles victorias
están acostumbrados mis oídos.

Una noche -¿te acuerdas?- recorrías
las teclas de marfil: tierno, amoroso,
mirándome en tus ojos me veías,
y tú con el intérprete armonioso
los misterios del alma me decías.

Sentado junto a ti, mi pensamiento
de la existencia mísera y precaria
las cuitas olvidó; y un vago acento,
preludio de una mística plegaria,
la fiebre estremeció del sentamiento.

Después, dichosa, angelical, serena,
alegraste mi hogar con tu sonrisa
y esa canción que de pesar me llena,
que viene en alas de la errante brisa
y en las bóvedas cóncavas resuena.

¿Qué cosas al espíritu agitado
no dirán esas voces gemidoras?
¿Qué no dirán al pobre encarcelado,
hablándole en las ansias de estas horas
de alegres tiempos del amor pasado?

Le dicen, ¡ay!, que su infortunio es cierto;
que dentro del pecho el corazón sucumba
y allí repose inanimado y yerto
cual reposa el cadáver en su tumba.

¡Porque es verdad que su esperanza ha muerto!

                                 IX

Prisión, enfermedad, negras pasiones
contra mí desatadas;
¡y tantas, tan acerbas aflicciones
en un pecho mortal acumuladas!

¡Por la esposa infelice suspirando,
y de mi niña ausente,
y el soplo de la suerte marchitando
los pálidos laureles en mi frente!

¡Oh Dios!, ¡que así mi corazón heriste!
Recibe un alma tierna;
¡cierra las puertas de este mundo triste!
¡Abre las puertas de la patria eterna!

                                 X

Si el labio tuyo jamás me nombra,
y a Dios descanso por mí no pides,
del otro mundo vendrá mi sombra
para rogarte que no me olvides.

Y una voz de agonía
vibrará junto a ti,
y dirá noche y día
¡acuérdate, alma mía,
acuérdate de mí!

Si tú me llamas en tus dolores
y oyes un eco muy lastimero:
yo soy quien dice: -Mujer, no llores;
en el sepulcro, mi bien, te espero.

Y si acaso decides
no amar de nuevo aquí
y amor al cielo pides;
nunca mi amor olvides,
¡acuérdate de mi!

                                XI

La desgracia, es verdad, no viene sola;
cuando el piélago agita turbulento
su inmensa mole azul, y Dios apaga
la lumbrera del alto firmamento;
el bóreas bramador, ola tras ola
vertiginosa convulsión propaga.

Así, en la vida también, cuando el destino
marca las horas de infortunios llenas,
y sus alas los ábregos sacuden,
unas penas impulsan otras penas,
palpita el corazón, y en torbellino
todos los males a la vez acuden.

¡Paz y resignación! -ánimo fuerte
para ver deshacerse el dulce asilo
del doméstico hogar, y al furibundo
golpe que asesta sobre mí la suerte,
desnudo el pecho presentar tranquilo,
¡y que vacile y se desplome el mundo!

                                XII

-¿Te despides al partir,
de la niña? -¡No, por Dios,
que por no hacerla sufrir
me iré sin decirle adiós!

-Si llama al padre, al tornar
de la escuela, ¿qué diré?
-Que por no verla llorar,
sin verla el padre se fue.

-Se fue mi padre, ¡ay de mí!
¿Por qué nos abandonó?
-¿Volverá muy pronto? -Sí.
-¿Volverá, muy pronto? No.

-¿Y he de abrazarle al volver?
-Si, niña, le abrazarás.
-Si hay un cielo podrá ser;
¿abrazarme aquí? ¡Jamás!

                            XIII

Despierto, oyendo angustiado
que la voz de un ser amado
me llama con ansiedad,
¡y en el sitio acostumbrado
busco el lecho de Piedad!

¡Qué juego de la pasión!
¡Su lecho...! ¡Qué desvarío!
¡Qué mentirosa ilusión!
-¡Si no hay más lecho que el mío
en esta oscura prisión!

                             XIV

En el arábigo idioma
Lulú significa perla,
y el creyente de Mahoma
llama a su novia Lulú.
Al verte de gracia llena
tu padre así te decía,
que por hermosa y por buena
perla en la casa eras tú.

El mismo nombre te daba
yo también algunas veces,
cuando decirte anhelaba
mi ternura y mi pasión;
y al estar en ti pensando,
hoy, en el fondo del alma,
una voz me está gritando:

"¡Lulú de mi corazón!"

                            XV

Te mando, mi bien, un beso
y un suspiro desde aquí,
y sólo siento estar preso
por no hallarme junto a ti.

Mas como quiere la suerte
separarnos a los dos,
desde el umbral de la muerte
con el beso va un adiós.

Y como, aunque yo lo ansío,
no he de verte nunca más,
otro beso por el mío
en el Cielo me darás.

                      XVI

Mensajera peregrina,
que al pie de mi bartolina
revolando alegre estás,
¿de do vienes, golondrina?
Golondrina, ¿a dónde vas?

Has venido a esta región
en pos de flores y espumas,
y yo clamo en mi prisión
por las nieves y las brumas
del cielo del septentrión.

Bien quisiera contemplar
lo que tú dejar quisiste,
quisiera verme en el mar,
ver de nuevo el Norte triste,
ser golondrina y volar.

Quisiera a mi hogar volver
y allá, según mi costumbre,
sin desdichas que temer,
verme al amor de la lumbre
con mi niña y mi mujer.

Si el dulce bien que perdí
contigo manda un mensaje,
cuando tornes por aquí,
golondrina, sigue el viaje
y no te acuerdes de mí.

Que si buscas, peregrina,
do el ramaje un sauce inclina,
ningún sauce encontrarás;
y yo diré: -Golondrina,
golondrina, ¿a dónde vas?

No busques, volando inquieta, ,
mi tumba oscura y secreta.
Golondrina, ¿no lo ves?

En la tumba del poeta

no hay un sauce ni un ciprés.