viernes, 18 de octubre de 2013

Apostar por la naturaleza

Decir naturaleza es pensar en verde, azul o en tierra, apostar por la naturaleza es vivir una experiencia más que de colores, es sentir que cuando pones unas gotas de agua en una planta estas creciendo con ella, cuando salvas un pájaro herido y vuelve a volar lejos de ti estas volando con él, cuando lavas tu coche con cubeta y no con manguera o cierras la llave del agua mientras te cepillas los dientes, cuando recuperas todo lo que parece que ya no sirve estas dando una segunda vida a lo inservible al planeta y a ti. Aun si cada habitante del planeta hiciera un poco de estas cosas no sería suficiente para salvar este hogar de la desidia de la contaminación acumulada desde la era de la Revolución Industrial, intereses socioeconómicos, pero principalmente financieros son los mayores contaminantes en el mundo contemporáneo. Convenios, Tratados, Protocolos y cuanto instrumentos reconocido por la jurisprudencias nacionales e internacionales se evalúan, y se firman, pero al final del día vamos envejeciendo y más que eso, consumiéndonos en la polución del aire, de las ondas sonoras y hasta de la tecnología. Ningún ciudadano, ni rico, ni pobre, creyente o ateo, se salva de ser contaminado, ningún país por más que implemente mecanismos de protección alcanzará el ideal de conservar la naturaleza, por ello se agradece cualquier acción que redunde en conservar el mundo como lo conocemos.

Proteger a la naturaleza debe ser un valor más de la familia moderna, un valor que se le dé al hombre desde que nace, algo que lo acompañe como el idioma o la educación. La  generación de cubanos nacidos después de los 60 del siglo XX por alguna razón nos alimentaron el intelecto los programas educativos con muchas ciencias, historia, literatura sobre todo soviética, la cívica al parecer era cosa de casa, y si se une a esto que eran tiempos de menor fluidez de la información era un imposible crear una conciencia de los peligros de un inminente desastre a nivel global del medio ambiente, aunque por fecha tan temprana como 1961 se establecían a nivel de estado las primeras acciones para la recuperación de materias primas ejercidas fundamentalmente en el círculo reducido de las empresas creadas y dedicadas a ese giro, acciones de la población al respecto estuvieron limitadas prácticamente a la entrega de pomos, papel y cartón a los CDR, no es hasta 1981 que se promulga una Ley de Medio Ambiente, el país tiene toda una Estrategia de Desarrollo para el reciclaje al que se ha vinculado en los últimos tiempos el trabajador por cuenta propia, pero todo ello aún resulta insuficiente, ¿cómo reciclar con un aprovechamiento óptimo con tecnología no adecuada?, ¿será suficiente reciclar solo el 35% de los desechos que pueden ser reutilizables?  ¿cómo no contaminar en un país donde a pesar de existir instrumentos jurídicos  que regulan la protección del medio ambiente, los procesos constructivos no se hacen con todas las medidas de protección o donde más del 50% de los medios de movilidad han sobrepasado la obsolescencia de más de dos décadas?
En Cuba un país de vocación por el mejoramiento humano, por la educación y el bienestar de las mayorías bien podrían hacer programas en todas sus provincias de trueque de materiales reciclables por libros, entradas a espectáculos culturales o deportivos, plantas de ornato, donde participe activamente los ciudadanos, promover una cultura ambiental en centros de estudios, o laborales, a fin de que esa Sociedad Civil Cubana inmersa en la resolución de sus necesidades más inmediatas que tiene la percepción de que es el Estado quien tiene toda la responsabilidad de preservar el medio ambiente, derivado evidentemente de políticas incorrectas de concientización de un problema que es de todos, se incorpore de modo efectivo y consciente a salvaguardar ese patrimonio en peligro.


Hoy cuando la experiencia mundial de miles de ciudadanos con vocación ecologista se nos presenta en la prensa internacional con la defensa del Ártico, con las marchas contra las multinacionales que contaminan sin control, contra el uso indiscriminado de recursos no renovables, debemos sumar esfuerzos para no dejar en el desamparo ambiental a las generaciones venideras. El futuro debe ser gestionado desde el presente y los cubanos no debemos dejar pasar la oportunidad de preservar la belleza de nuestro hermoso espacio habitable.

miércoles, 16 de octubre de 2013

EL PAN NUESTRO DE CADA DIA.

El pan ha sido el único alimento en la dieta de muchos en el mundo, para los cubanos el pan es algo así como el componente mágico del día, un cubano puede no tener leche, jugo, frutas, huevos, pero un cubano no tener el pan del día es algo que lo convierte en un ser sin sustento. Si a algo es leal el cubano es al pan, ya sea el pan por la libre, el pan por la libreta, el pan en divisa, el pan de la bodega, el pan de la panadería, el pan de la Gran Vía, el pan de La Flora o el de Silvayn. La lealtad del cubano al pan trasciende las fronteras, si vas a trabajar o a visitar a tus familiares al extranjero las entradas a las panaderías foráneas te convierten en un espécimen, la variedad es tal que no te decides por ninguno, ni pan francés, ni italiano, ni croissant, ni cuernito, ni bolillo, ni danés, ni milongas, ni ciabatas, ni baguette, siempre terminas visualizando en tu mente la flauta crujiente o el pan blandito como le decían mis abuelos a la variante de pan suave.

Si de pan se trata para la historia de nuestra isla empieza con los indios que consumían de preferencia el casabe de yuca o la tortilla de maíz, el consumo del pan cubano pasa por la llegada del pan con levadura traída por los españoles, la influencia de los panes kosher sin levadura de los emigrantes judíos y la más autóctona manera de hacer panes sin marcas ni nombres por los maestros panaderos cubanos en los más recónditos o hermosos lugares de la isla.


En la internet pululan recetas de pan cubano, ninguna se acoge a la más absoluta verdad, porque la verdad verdadera del pan nuestro de cada día es como descifrar una profecía de Nostradamus. 

lunes, 7 de octubre de 2013

Cubana Flight 455, hay quien espera por la justicia.

Güira de Melena, Escuela Secundaria Básica en el Campo "Juan Manuel Marquez" una escuela ubicada a escasos dos kilómetros del centro del pueblo, recién estrenada en los últimos días de agosto de 1977 donde se acomodaron en sus albergues adolescentes de  varios municipios de la Ciudad de la Habana y unos pocos de San Antonio de los Baños, Batabanó y el propio Güira, allí habían llegado a estudiar, trabajar y crecer como hombres nuevos, como hombres y mujeres liberados de sus familias, como hombres y mujeres que tenían que vivir el resto de sus años sin muñecas, ni carritos, ni aviones de juguete, a pesar de que no se habían despojado aún de la inocencia de una cercana niñez. Allí habían niñas que no imaginaban que en poco tiempo sus cuerpos cambiarían y tendrían su primera menstruación, que los niños no tenían aún el primer pelo en su cara, lo que los  definía como imberbes, aun así todo era bullicio y energía, se empezaban a conocer esos seres con la mayor naturalidad y algunos recelos, creados por las pequeñas diferencias que dejaban ver las posibilidades económicas de quienes llegaban con sus bolsos de tela o sus maletas de madera con candados de procedencia rusa naturalmente.


Habían pasado los días del ordenamiento de aulas, albergues, de conocer los reglamentos, los horarios de docencia, deportes, jornadas de labores agrícolas, elecciones pioneriles y todo funcionaba como se esperaba de un centro educativo como aquel, era el 6 de octubre de 1977 dia nublado y hasta frio en la mañana en aquella lejana escuela al campo, era un día en el que en el matutino se hablaría de un Acto Terrorista, en el que un año atrás habían perdido la vida 73 personas, la mayoría de ellos cubanos, todo transcurrió como estaba previsto por el grupo convocado a hacer el coro de esa mañana en la que se mencionarían los nombres de los caídos y todos los presentes responderían PRESENTE, como prueba de que para siempre cada cubano tendría en su corazón a aquellos inocentes hombres y mujeres víctimas del peor ensañamiento que puede tenerse contra un pueblo y de una acción cobarde que dejaría a algunos sin poder vivir ya para siempre con sus padres otros sin llegar a serlo.

Ese día de las filas de estudiantes salió una niña pecosa, sentida y llorando, una profesora la acompañó a sentarse en el pasillo central a una esquina de la entrada del comedor donde comenzaban a florecer algunos helechos y flores en macetas enormes. Mientras continuó y hasta que terminó el matutino con toda la carga emotiva que con esmero prepararon los de un grupo de 7mo grado al cual pertenecía, y que concluyó con la frase inolvidable pronunciada por Fidel un año antes en la Plaza de la Revolución “Cuando un pueblo enérgico y viril llora, la injusticia tiembla”, aquella niña acompañada de la profesora no podía de dejar de llorar. Muchos de los que abandonamos la explanada del acto en busca de las aulas, pasamos por su lado y pensábamos que se trataba de un dolor físico que podía ser pasajero, muy lejos estaba de imaginar que no era un dolor físico, era un dolor mucho más profundo, era el dolor de una perdida irreparable que le estábamos recordando y que por el resto de vida tendría que recordar, esa niña triste era la hija de Carlos T. Conquero Perdomo Ingeniero de vuelo del Avión 455 de cubana de Aviación, Idania era su nombre y fue mi compañera de cubículo durante tres años, era una chica muy inteligente, pero siempre triste. A la edad de 11 años había perdido a su padre, le habían quitado la oportunidad de compartir las tardes de domingo en la recogida del parque de 15 y 16 en el Vedado, de bailar con él el vals de sus quince años, de acompañarla en su día de casamiento o de ver jugar a su hijo con su abuelo, estoy segura que aquel día de octubre del 77 el dolor de Idania no podía calcular eso, como no podía yo entender cuando un año atrás hacía una larga fila en la plaza de la revolución tomada de la mano de mi abuela y pasábamos ante la sala donde estaban los féretros con los restos del siniestro, y habían pasado horas de espera y el paso final era rápido y veías a todas las personas afligidas. Después de esos días quienes compartíamos con la hija del Instructor de vuelo no éramos los mismos, habíamos empezado a crecer y a entender que la vida dentro de la isla siempre estaría amenazada por un odio enfermizo con el cual no teníamos responsabilidad, pero para el cual teníamos que prepararnos. La historia se fue conociendo y con más dolor que el que sentimos en aquellos momentos del impacto inicial hemos vivido la impunidad de los autores del destrozo, algo que parece inconcebible pero la certeza se pasea con nombre y apellidos por las calles siempre veraniegas de Miami sin el más mínimo pesar de conciencia. Cuando llega octubre y se recuerda a quienes ya no están en sus familias como consecuencia de la intolerancia y el odio, siempre pienso en esa niña pecosa y triste que debe ser una mujer que espera por la justicia.