Decir
naturaleza es pensar en verde, azul o en tierra, apostar por la naturaleza es vivir
una experiencia más que de colores, es sentir que cuando pones unas gotas de
agua en una planta estas creciendo con ella, cuando salvas un pájaro herido y
vuelve a volar lejos de ti estas volando con él, cuando lavas tu coche con
cubeta y no con manguera o cierras la llave del agua mientras te cepillas los
dientes, cuando recuperas todo lo que parece que ya no sirve estas dando una
segunda vida a lo inservible al planeta y a ti. Aun si cada habitante del
planeta hiciera un poco de estas cosas no sería suficiente para salvar este hogar
de la desidia de la contaminación acumulada desde la era de la Revolución
Industrial, intereses socioeconómicos, pero principalmente financieros son los
mayores contaminantes en el mundo contemporáneo. Convenios, Tratados, Protocolos
y cuanto instrumentos reconocido por la jurisprudencias nacionales e
internacionales se evalúan, y se firman, pero al final del día vamos
envejeciendo y más que eso, consumiéndonos en la polución del aire, de las
ondas sonoras y hasta de la tecnología. Ningún ciudadano, ni rico, ni pobre,
creyente o ateo, se salva de ser contaminado, ningún país por más que
implemente mecanismos de protección alcanzará el ideal de conservar la
naturaleza, por ello se agradece cualquier acción que redunde en conservar el
mundo como lo conocemos.
Proteger
a la naturaleza debe ser un valor más de la familia moderna, un valor que se le
dé al hombre desde que nace, algo que lo acompañe como el idioma o la
educación. La generación de cubanos
nacidos después de los 60 del siglo XX por alguna razón nos alimentaron el
intelecto los programas educativos con muchas ciencias, historia, literatura
sobre todo soviética, la cívica al parecer era cosa de casa, y si se une a esto
que eran tiempos de menor fluidez de la información era un imposible crear una
conciencia de los peligros de un inminente desastre a nivel global del medio
ambiente, aunque por fecha tan temprana como 1961 se establecían a nivel de
estado las primeras acciones para la recuperación de materias primas ejercidas
fundamentalmente en el círculo reducido de las empresas creadas y dedicadas a
ese giro, acciones de la población al respecto estuvieron limitadas
prácticamente a la entrega de pomos, papel y cartón a los CDR, no es hasta 1981
que se promulga una Ley de Medio Ambiente, el país tiene toda una Estrategia de
Desarrollo para el reciclaje al que se ha vinculado en los últimos tiempos el
trabajador por cuenta propia, pero todo ello aún resulta insuficiente, ¿cómo
reciclar con un aprovechamiento óptimo con tecnología no adecuada?, ¿será
suficiente reciclar solo el 35% de los desechos que pueden ser reutilizables? ¿cómo no contaminar en un país donde a pesar de existir instrumentos
jurídicos que regulan la protección del
medio ambiente, los procesos constructivos no se hacen con todas las medidas de
protección o donde más del 50% de los medios de movilidad han sobrepasado la
obsolescencia de más de dos décadas?
En
Cuba un país de vocación por el mejoramiento humano, por la educación y el
bienestar de las mayorías bien podrían hacer programas en todas sus provincias
de trueque de materiales reciclables por libros, entradas a espectáculos culturales
o deportivos, plantas de ornato, donde participe activamente los ciudadanos,
promover una cultura ambiental en centros de estudios, o laborales, a fin de
que esa Sociedad Civil Cubana inmersa en la resolución de sus necesidades más
inmediatas que tiene la percepción de que es el Estado quien tiene toda la
responsabilidad de preservar el medio ambiente, derivado evidentemente de políticas
incorrectas de concientización de un problema que es de todos, se incorpore de
modo efectivo y consciente a salvaguardar ese patrimonio en peligro.
Hoy
cuando la experiencia mundial de miles de ciudadanos con vocación ecologista se
nos presenta en la prensa internacional con la defensa del Ártico, con las
marchas contra las multinacionales que contaminan sin control, contra el uso
indiscriminado de recursos no renovables, debemos sumar esfuerzos para no dejar
en el desamparo ambiental a las generaciones venideras. El futuro debe ser gestionado
desde el presente y los cubanos no debemos dejar pasar la oportunidad de
preservar la belleza de nuestro hermoso espacio habitable.