No siempre se pueden hacer viajes
en el que se combinen el placer y el conocimiento; pero cuando de enseñar a los
hijos se trata no hay mayor satisfacción para un padre que encontrar los medios
para hacerlo, así es como a finales de los 90s del siglo pasado emprendimos un
viaje familiar por nuestro país gastando los recursos acumulados durante los
tiempos del crudo período especial y alguna ayuda de remesas familiares para no
perdernos el privilegio de poner sonrisas en los labios de nuestro pequeño príncipe
y de su única prima, uno de los sitios visitados fue la provincia de Villa
Clara donde se halla el imponente monumento escultórico al Ché, en este lugar
hay una atmósfera de luto y jubilo a la vez, por más cálido que parezca el
clima una brisa siempre te deja saber que estas en una isla, al entrar crees
que sabes la historia, cuando sales te das cuenta que la historia es más grande
que el conjunto monumental, un detalle que pasó desapercibido en esta visita o
en este encuentro con los héroes que allí reposan, es el creador del Monumento
al Ché, estoy segura que la guía del lugar lo mencionó pero solo lo percibimos
como un detalle ante el cúmulo de hechos que siguieron en la explicación. Años
más tarde cuando una noticia en el períodico anunciaba el fallecimiento de JOSÉ
RAMÓN LÁZARO BENCOMO (DELARRA) caí en el detalle olvidado del Monumento
Villaclareño, y aparecía ante mí un artista casi anónimo con una obra inmensa.
Hoy que se cumplen 10 años de la desaparición física de Delarra quiero
homenajear al héroe de los espacios, al cubano que legó a nuestros
descendientes obras que admirar.
José Ramón de Lázaro Bencomo
(DELARRA) (San Antonio de los Baños, 1938- La Habana, 26 de agosto de 2003)
Comenzó sus estudios de escultura
en 1949 en la escuela de arte de Villate y luego amplía sus estudios en San
Alejandro. Pero antes de graduarse, se ve precisado a abandonar el país por la
persecución de algunos sicarios de Batista que “tienen su vista puesta” en el
joven escultor hijo de un zapatero comunista. Sin embargo, el periplo europeo
que interrumpió en 1959 para regresar a su patria, le valió las enseñanzas de
grandes escultores como José Clará (en Barcelona) y Vistorio Macho en Toledo, o
prácticas artísticas como ser copista en el Museo del Prado de Madrid, o
ayudante y alumno del escultor Antonio Berti en la Escuela de Bellas Artes de
Florencia. Visita otros países europeos como Holanda, Alemania, Bélgica. Esta
experiencia en sus años de formación, a la que se suman profesores como Sicre,
o su trabajo como ayudante de Fernando Boada, no fueron para DELARRA sino el
impulso y la motivación para buscar una forma de decir propia, que no se
conformó nunca con la pertenencia a una corriente estilística en particular,
sino expresada a través de la experimentación y la incursión en diferentes
campos de la plástica.
Una de sus mayores influencias,
serían sin lugar a dudas, la obra monumentaria de Teodoro Ramos Blanco y de
Juan José Sicre, y sus mayores inspiraciones para incursionar desde los
comienzos mismos de su carrera, en la escultura pública conmemorativa.
En la década del 60 se aventura
en múltiples exposiciones didácticas en escuelas, fábricas, parques: desde el
Parque Central de La Habana, hasta el parque de Güira de Melena, que serían
testigos de una exposición móvil que él tituló de “escultura revolucionaria”
para que el pueblo conociera esa manifestación del arte a la par que hace
demostraciones prácticas de cómo se crea una escultura. Incursiona en la
cerámica, la ilustración gráfica, el grabado: es uno de los fundadores del
Taller Experimental de Gráfica de La Habana, hace varias exposiciones de
litografías sobre diversos temas y apuntes, los más sobresalientes tienen como
tema el caballo, que es uno de sus asuntos más recurrentes: el animal no sólo
como fuerza y belleza aerodinámica, sino como protagonista de nuestras luchas
independentistas y de la nacionalidad cubana.
Obtiene numerosos premios en esta
época: el primer premio del concurso que convocó la Universidad de La Habana
para dotar de una escultura de Rubén Martínez Villena a la Biblioteca Central
de ese centro de estudios. Profesor y director de San Alejandro, Director de
Artes Plásticas de la provincia de La Habana, creador de centros de cultura,
conferencista, entre otras muchas facetas.
Sin embargo, cuando decimos
DELARRA, se piensa siempre en sus monumentos: la cabeza monumental de Engels en
Pinar del Río, la figura ecuestre del Generalísimo Máximo Gómez en Camagüey, el
monumento al descarrilamiento del tren blindado en Santa Clara, o las plazas de
la revolución de Bayamo y Holguín.
Aunque estilísticamente su obra
es eminentemente figurativa, tiene algunas interesantes soluciones abstractas:
el monumento al descarrilamiento del tren blindado, incorpora los vagones del
tren como esculturas y grandes cuñas de hormigón, algunas de 15 metros se
proyectan contra ellos para representar la acción rebelde, o las bombas
lanzadas en la batalla, todo mediante figuras geométricas.
Su labor no se circunscribe al
suelo patrio: Siempre basándose en amplias investigaciones de carácter
histórico, en una simbología que nunca fue hermética, siempre buscando
información fotográfica y hasta de reliquias personales de los héroes que
representó, trataba de comunicar al espectador la historia del personaje que
esculpía, de forma que los valores estéticos se sumaran al contenido simbólico,
como una unidad.
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