Yo nací en una Cuba ya revolucionada. No conocí el antes, más que en esas conversaciones con mi abuelo, que eran como clases de historia con alma. Fidel, como a millones de cubanos, nos enseñó todo: las calles con nombres de mártires, los libros con palabras de fuego, los silencios que también hablan. En esa Cuba, Fidel no era solo un hombre de discursos: era presencia, era ritmo, era acción, era contradicción.
No lo viví en la Sierra, pero lo escuché en la Plaza muchas veces. Lo sentí en la escuela, en los periódicos, en las conversaciones que se susurraban y en las que se gritaban. Y aunque sé que hay quienes lo niegan, no he encontrado en la historia un argumento que borre su huella. Porque más allá de la política, Fidel fue un ser humano con cualidades excepcionales: amabilidad, tenacidad, visión, una capacidad de entrega que rozaba lo mítico.
Como Martí, también fue poeta —aunque sus versos fueran discursos, y sus metáforas, decisiones. Ambos soñaron una Cuba libre, digna, soberana. Y ambos pagaron el precio de sus sueños con el cuerpo, con el alma, con la historia.
Fidel es de esos seres a los que descubres de niño y te parece un gigante, de joven te parece un padre y de adulto no tienes duda que es un héroe, de esos héroes epopéyicos, de esos de los que unos quieren borrar de la historia porque no le llegan ni al talón en su desconocimiento u odio inoculado, y entonces la historia se encarga de ponerlo en el más alto pináculo porque es luz, es faro, es irrepetible.
Por ahí dicen que Fidel no es la Revolución, lamento decirles que la Revolución no fue solo un hecho histórico, fue una forma de mirar el mundo. Y aunque el tiempo pase, y los contextos cambien, hay algo que permanece: la certeza de que hubo hombres —como Martí, como Fidel— que soñaron con nosotros antes de que supiéramos soñar. Fidel, es la Revolución, Fidel es Cuba, Fidel es Latinoamérica, Fidel es todos los pueblos que sufren de pobreza, de bloqueo, porque cada momento de su vida lo dedicó a pensar, a sentir y a sufrir por los demás, Fidel fue el rostro de una época que no se puede entender sin él.
Quisiera haber sido Juan Gelman para hacerle un poema, Liborio Noval para estar cerca de él y quedarme con su mejor fotografía, Silvio Rodriguez para hacerle una hermosa canción o Katiuska Blanco para escribir de su vida y sus victorias, pero aqui estoy en el 100 aniversario de su natalicio solo pensándolo como el gigante, el padre y el héroe, y prometiéndole mi humilde contribución a su legado, no descansar como él hasta la independencia de Cuba del más tenaz e inhumano bloqueo que ejerce los Estados Unidos, tratando de quitarle esa dignidad conquistada finalmente por Fidel desde La Sierra.
Hoy inicia esa promesa participando en el lanzamiento de la Campaña "Un barco de petroleo para Cuba", desde la tierra de Juarez, acompañados de los hombres y mujeres que hacen de la solidaridad una maxima en sus vidas. Seguimos en este ir y venir de sueños para Cuba hasta hacerlos realidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario