El
pan ha sido el único alimento en la dieta de muchos en el mundo, para los
cubanos el pan es algo así como el componente mágico del día, un cubano puede
no tener leche, jugo, frutas, huevos, pero un cubano no tener el pan del día es
algo que lo convierte en un ser sin sustento. Si a algo es leal el cubano es al
pan, ya sea el pan por la libre, el pan por la libreta, el pan en divisa, el
pan de la bodega, el pan de la panadería, el pan de la Gran Vía, el pan de La Flora o el de Silvayn. La lealtad del cubano al pan trasciende las fronteras,
si vas a trabajar o a visitar a tus familiares al extranjero las entradas a las
panaderías foráneas te convierten en un espécimen, la variedad es tal que no te
decides por ninguno, ni pan francés, ni italiano, ni croissant, ni cuernito, ni
bolillo, ni danés, ni milongas, ni ciabatas, ni baguette, siempre terminas
visualizando en tu mente la flauta crujiente o el pan blandito como le decían
mis abuelos a la variante de pan suave.
Si
de pan se trata para la historia de nuestra isla empieza con los indios que
consumían de preferencia el casabe de yuca o la tortilla de maíz, el consumo
del pan cubano pasa por la llegada del pan con levadura traída por los
españoles, la influencia de los panes kosher sin
levadura de los emigrantes judíos y la más autóctona manera de hacer panes sin
marcas ni nombres por los maestros panaderos cubanos en los más recónditos o hermosos
lugares de la isla.
En
la internet pululan recetas de pan cubano, ninguna se acoge a la más absoluta
verdad, porque la verdad verdadera del pan nuestro de cada día es como descifrar
una profecía de Nostradamus.
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