Es en esos días tomé “prestado” El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado. Lo abrí sin expectativas y lo cerré transformada. Lo leí de un tirón, como quien se bebe un río sin saber que está sedienta. Engels me habló al oído con una voz clara, firme, y profundamente humana. No era el escudero de Marx, como tantos lo han querido encasillar. Era un intelectual completo, un cartógrafo de las estructuras invisibles que rigen nuestras vidas.
Sus palabras no eran solo teoría: eran bisturí. Cortaban con precisión la historia, la familia, el Estado, y revelaban las entrañas del poder. Me mostró que la opresión no es un accidente, sino una arquitectura. Que el amor, el trabajo, la maternidad, todo está atravesado por relaciones materiales. Y que entenderlo no es suficiente: hay que transformarlo.
La cita que mas impresiona en ese texto es cuando precide el futuro de los hombres verdaderamente libres: " Pero ¿qué sobrevendrá? Eso se verá cuando haya crecido una nueva generación: una generación de hombres que nunca se hayan encontrado en el caso de comprar a costa de dinero, ni con ayuda de ninguna otra fuerza social, el abandono de una mujer; y una generación de mujeres que nunca se hayan visto en el caso de entregarse a un hombre en virtud de otras consideraciones que las de un amor real, ni de rehusar entregarse a su amante por miedo a las consideraciones económicas que ello pueda traerles. Y cuando esas generaciones aparezcan, enviarán al cuerno todo lo que nosotros pensamos que deberían hacer. Se dictarán a sí mismas su propia conducta, y, en consonancia, crearán una opinión pública para juzgar la conducta de cada uno. ¡Y todo quedará hecho!"
Hoy, cuando el mundo parece repetir sus errores con una obstinación casi ritual, Engels sigue siendo vigente. Su mirada sobre la propiedad, el género, la dominación estatal, resuena como un eco lúcido en medio del ruido. No ha envejecido, está vigente, es urgente que se retome si queremos un mundo mejor.
Conocerlo fue como abrir una puerta que no sabía que existía. Desde entonces, su pensamiento me acompaña como una brújula silenciosa. Y aunque ya no transcribo citas, ando el camino de la vida con el mismo marxista ferviente de mi juventud, sigo buscando a Engels como quien conversa con un viejo amigo que nunca deja de sorprenderme, sigo buscando en sus obras las ideas que anticipó para estos tiempos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario