Pablo Milanés
A HHC, el sabe por qué
Alguna vez pensé que el tiempo como
conceptualiza las ciencias exactas es una dimensión y sin duda es una
dimensión, una dimensión de características diferentes a las dimensiones
tangibles; aunque el tiempo es algo perceptible los humanos no podemos
percibirlo con ninguno de nuestros sentidos, no se puede ver aunque observemos
como transcurren las horas a través de un reloj, no podemos oírlo y estamos
seguros de que cada día lo escuchamos en el tictac de los analógicos o en las
alarmas de celulares o en las campanadas de las iglesias, no podemos olerlo
aunque cada estación del año nos regala aromas diferentes, no es posible
degustarlo a menos que a los chocolateros les dé por ofrecer tabletas con la
forma de los relojes derretidos de Dalí, aún así estaremos comiendo chocolates,
tocarlo sería imposible si no es que pasamos
nuestros dedos por las manecillas de un reloj que las tenga al relieve y en ese
acto se nos revele que acabamos de pasar del pasado al presente y ese instante
ya vuelve a ser pasado, que el futuro es intocable pero existe.
Percibir el tiempo es una experiencia
abstracta que por común apenas apreciamos, solo va en una dirección que el hombre se inventó
caprichosamente hacia adelante o a la derecha, cuando pudiera haber sido lo
contrario. Generalmente decimos que el tiempo pasa, en realidad transcurren
nuestras vidas en el tiempo.
Los sociólogos, abogados o los humanistas pudieran elucubrar sobre si
el tiempo es un derecho, si aceptamos que es algo que tenemos todos por igual
sin importar que seas rico o pobre, judío o musulmán, ario o negro pues lo es, el
tiempo podría ser una moneda de cambio, trabajarías horas a cambio de tiempo
libre, o a cambio de comida, libros, ropas, por decreto internacional no podría
intercambiarse el tiempo por instrucción, salubridad o acceso a los recursos
naturales.
Medir el tiempo en apariencia resulta
un acto de absoluta exactitud, mientras más exacto mas relativa es su
existencia, así a un niño le parece una hora un suceso interminable, a un joven
demorado a un adulto demasiado pronto y a un anciano algo que lo pone más cerca
del fin, percibir el tiempo es como muchas otras cosas un acto de voluntad y
amor.
El tiempo de los vivos es
exactamente igual al de los muertos, con la única diferencia de que quienes permanecen
con vida cuentan cada instante que no pueden compartir con quienes se le
adelantaron y sobreviven a la ausencia con una carga doble. El tiempo de los
que se enamoran es el más efímero, pero el más intenso, pues es el amor otra
dimensión intangible, amar a la pareja, a los hijos a la familia es un acto
supremo al que dedicamos la mayor parte de nuestras vidas, pues el resto de los
momentos somos amados.
Cuando descubrí que 30 años
pueden parecer 500 o una hora, y que se pueden contar los momentos vividos en ese
lapso en menos de 5 minutos, entendí que la ciencia no puede aunque quiera explicarnos
con certeza como es que el tiempo se nos presenta como una dimensión.
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