miércoles, 21 de mayo de 2025

Reencuentro con Sabines


El día no parecía mejor, ni peor que otras jornadas, salvo por el calor que azota sin piedad a la ciudad, que convulsa se debate entre noticias de pérdidas de vida, un genocidio en el mundo del que se calla lo peor y la necesidad cotidiana de llegar al día siguiente. Casi al medio día, me encontré platicando de manera muy amena con viejas amigas de la marcha de sus vidas, trabajo, familias y como otras veces quedamos en hacer una comida cubana lo más pronto que pudieran tener un día libre, ese encuentro, que por mucho hemos postergado, siempre con la esperanza de que nos quedan muchos chismes, chistes y experiencias que compartir. El tiempo a la edad de ellas no es un límite, no tiene connotación especial, no tienen prisa, pero para mí el tiempo es otra cosa, sin embargo no es de lo que quiero hablar, sino de lo que vino después, mientras caminaba una de esas largas calles por la acera de la sombra, procurando no ser castigada por el poderoso astro sol, en la medida que avanzaba, mis pensamientos transitaban por la triste sensación de la pérdida hace once años de mi hermano y la gratificación de la sonrisa de mis nietos que aparecieron en la pantalla de mi celular, solo unos pasos más me sorprendió en una esquina un montón de libros viejos que parecían estar a la venta, por supuesto, siempre me detengo con algo así, pues nunca se sabe cuándo algo valioso puede encontrarse en un sitio en el que se acumula lo que otros olvidan o ya no quieren, lo primero que vi fue un libro de álgebra que por muy gastada su portada lo aparté, lo lamenté porque por dentro estaba más conservado, debajo de éste como esperándome quedaba un pequeño ejemplar de una edición mexicana, impresa por TELMEX una compañía de Teléfonos, algo que me pareció muy inusual, una tirada de quinientos mil ejemplares de noviembre de 1997, su título Recogiendo Poemas de Jaime Sabines. En mi biblioteca habanera tengo a Sabines en un lugar especial, pero lo peculiar de este libro -que de inmediato me dijo llévame contigo, adóptame y no te arrepentirás-, es que al abrirlo conservaba recortes de periódicos del 19 de marzo de 1999 cuando dejó este mundo el autor, allí estaban 2 esquelas una de la fundación Telmex y otra del entonces Presidente de México y su esposa, y como esas cosas impensables que pueden haber guardado allí quizás algún estudiante enamorado, dos entradas al teatro Benito Juárez de la Ciudad de México de ese propio mes, donde estaba anunciada la Obra “Edipo”, tantos detalles casi me abruman, pero me dieron una sensación de alegría al pensar que el ejemplar, debió pertenecer a alguien cuya sensibilidad e interés por la obra de Sabines, lo llevó a conservar esos recortes y recuerdos que llegaban a mí ahora con la encomienda de preservarlos igualmente, desde ese momento no mire ningún otro libro para desconsuelo del vendedor, que se me acerco con su paso cansado, le pesaban sus casi ocho décadas de existencia, su mirada y su andar decían lo duro que la vida le trata en esta etapa, no obstante me saludó muy humildemente, le di las buenas tardes, trate de acercarme más a su oído por temor a que no me escuchara porque hablo muy bajito y le pregunté ¿cuánto vale su libro?, no se si no me escucho bien porque no me dijo el precio o quizás todos sus libros valían lo mismo, ¿quien sabe?, con voz sabia me comentó con orgullo que había escogido un libro muy bonito de un poeta chiapaneco y uno de los más importantes de México y de inmediato insistió: Sra. no es para vendérselo, pero si se lo lleva se va a encontrar con una poesía muy reconocida por los mexicanos y otros países también, hizo una breve pausa y luego me preguntó ¿de dónde es Ud. porque no parece de aquí?!. Él no sabía que me llevaría su libro de todas formas, porque era el libro el que me había encontrado a mí, entonces le dije: soy cubana, y un libro de Sabines lo compre en La Habana hace muchos años en una librería que vendía libros de uso, era su Antología Poética, Sabines estuvo muchas veces en Cuba, hasta vivió unos años allá,  fue Jurado del Premio de Literatura Casa de Las Américas, le insistí ¿cuánto le debo por el libro?, bajó su mirada y me da el precio, yo sentí un nudo en la garganta, era un precio más que de remate, me dolía pagarlo no porque no pudiera hacerlo sino porque tenía en mi mano una obra asombrosa, llevaba dentro además una historia que no era mía pero que compartía, no era justo aquella cantidad, entonces le puse el precio tres veces lo que me pidió, tomé de mi bolso lo suficiente y se lo entregué, el Sr. con asombro quería contar y devolverme lo que sobraba, con calma, algo de angustia que empezaba a hacer efecto en mi garganta, con mis dos manos le tome la suya y la cerré y le dije: tómelo, simplemente Ud. me hizo el día y que tenga mucha suerte con sus libros, alzó un tanto su mirada y me dijo: muchas gracias, ya puedo comer por unos días, balbuceó lo que parecía un rezo mientras se persignaba, yo me alejé con el corazón roto y abrazando a Sabines.